El nuevo siglo nos coloca en la frontera de la globalización cultural, bajo el supuesto de que se
debe tender al enriquecimiento y crecimiento de los países. Como contrasentido el final de siglo XX
encontró sociedades desestructuradas, que no reconocen el grado de interculturalidad que coexiste en
ellas. Sociedades que relegan a sus habitantes aborígenes, a los que habitan en áreas o comunidades
rurales aisladas y a los que viven en zonas de frontera, excluyéndolos del sistema, obligándolos a vivir en
muchos casos, como extranjeros dentro de su propia tierra.
Tradicionalmente se ha denostado bajo la denominación de Folklore elementos folklóricos,
saberes populares, danza y música, y los aspectos lúdicos, desconociendo su real valor educativo como
auxiliar y complemento del contenido curricular en el aula. Su inserción ha sido, cuando fue considerado,
descontextualizada y considerada solo como manifestaciones folklóricas aisladas aplicadas solo a los
actos escolares conmemorativos o para abordar algún tema de otra área curricular, en forma excepcional.
Además, si realizamos una mirada histórica la ausencia del folklore como base de la cultura
local, en el proceso de enseñanza y aprendizaje, facilita la pérdida de la vigencia de una de las expresiones culturales más importantes, como es la identidad y el sentido de pertenencia. Sabemos que la
tradición es el proceso generador del folklore, por ello resulta imposible encarar el tema del
aprovechamiento del folklore en la educación, sin hacer referencia a ese elemento fundamental que une
el pasado y a las generaciones cercanas. García Canclini plantea la concepción de la cultura, “…como
integradora de procesos de producción, circulación y consumo de la significación en la vida social” y
propone al Folklore, “como un instrumento de una fuerte potencialidad educativa, que tiene virtud de
mostrar nuestros procesos culturales, la significatividad de los cambios, los nuevos significados, como
valores vitales e integrales de lo cultural” (Canclini, G. 1999: 61,62).
Asimismo debemos considerar que la articulación del nivel primario con el secundario es
fundamental, pues la vinculación del niño y el adolescente con el folklore, debe tener continuidad en su
formación integral, de manera que cuando llegue a la última etapa de los procesos de enseñanza y
aprendizaje, éste constituya un valioso recurso para que el estudiante lo recupere como valor propio, y
tienda a lograr el reconocimiento y la toma de conciencia del valor de las manifestaciones folklóricas
(hechos-fenómenos) como constitutivas de la vida cotidiana.